martes, 9 de octubre de 2012

2º A DE BACHILLERATO: ARTÍCULO ANTITAURINO DE MANUEL VICENT

Más de 250 años separan este artículo de Manuel Vicent, uno de nuestros más implacables antitaurinos, del ensayo de Jovellanos sobre los toros que leíamos hace unos días en clase, pero en las palabras del levantino  parecen resonar los ecos del asturiano. No lo hemos seleccionado para denigrar sin más ni más la llamada "fiesta nacional" sino para ver como cada autor trata de un mismo tema con su propia sensibilidad  y una voz  propia e intransferible. Y esa es la esencia del ensayo, se escriba en un sesudo libro o en las páginas de un periódico. El artículo de Manuel Vicent es, como podéis comprobar, mucho más visceral en su denuncia que el de Jovellanos y mucho más moderno en su factura, pero está animado por el mismo espíritu crítico, que en este caso se centra en el sufrimiento del animal.



     "La fiesta de los toros está montada en esencia sobre la tortura pública de un animal, y, por muchos pases pintureros que el diestro pegue vestido de sota de espadas, nunca podrá ocultar la degradación que late bajo la supuesta belleza de una verónica.Se dice que los buenos aficionados no ven la sangre durante la lidia: no la ven porque están muy acostumbrados. Del mismo modo no huelen a mierda los que viven normalmente entre ella.
      En esta feria de San Isidro sé van a ofrecer bandejas de pastelillos de Embassy en el desolladero. También en los palcos algunos intelectuales rizarán el meñique al coger con delicadeza un canapé de caviar mientras abajo el picador realiza un burdo estofado en el morrillo del toro. Ahora se ha puesto de moda comer gollerías en medio del ir y venir de las estocadas, como se hace en las cacerías alrededor de un montón de ciervos asesinados.
     La sensibilidad humana forma un solo árbol y a su vez la crueldad, que es también indivisible, nace siempre de una misma semilla. Si alguien concibe que una carnicería semejante puede servir de soporte a un arte, ya está preparado para admitir que la verdad puede ser extraída mediante la tortura en el sótano de una comisaría; si se admite que la belleza puede surgir de la sangre derramada, aunque ésta se inflija a un animal, es que uno ya tiene justificado en el corazón todo tipo de, violencia.
     Pero por muchos mantazos que el torero instruya sobre el lomo acribillado del toro o por muy pronto que los areneros cubran los excrementos mezclados con plasma en mitad de la plaza, a pleno sol, nadie podrá negar que esta fiesta nacional se asienta sobre un callo muy duro que el espectador ha desarrollado en su sensibilidad después de confundir esta salvajada en una costumbre.
   Admito que el toreo sea un arte si a cambio se me concede que el canibalismo es gastronomía. Hablando de comida: sigue siendo un profundo misterio que un intelectual español tome en el palco un pastel de nata mientras el toro degollado vomita y el intelectual no lo haga."

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